miércoles, 7 de mayo de 2014

Tensión.

Cuando una lleva tanto tiempo en tensión, aguardando el golpe final, acaba por romper a llorar con la más mínima confirmación de sus peores temores. Son meses de encajar palos y gestos estoicamente, volviendo a sonreír aun sin ganas ni fuerzas. Pero llega ese momento en que piensas, <<Oye, ¿Qué narices hago yo aguantando esta pesadilla? Yo no hice nada >>.
Las personas cambian, o simplemente nunca mostraron su verdadera cara. Y tú, paciente y boba recoges las miajas de la vieja bondad que un día se te otorgó. Te niegas a aceptar lo evidente, por ese nexo que te unió y poco a poco vas cayendo en un pozo. Crees que eres una persona débil y sientes verdadero asco de ti misma. Nunca fuiste así. ¿Por qué ahora sí?
Al principio sueles echar la culpa a tus quizá, excéntricas formas de ver el mundo. Quizás ellas sean las culpables de semejante situación. No. No son ellas. No eres tú. Y es ahora cuando se quiebra algo en ti que ha estado meses luchando por salir, arañando tus entrañas y mente: llanto. Un patético y puede que humillante llanto. Pero es ese llanto el que permite que sueltes todo lo que has estado escondiendo tanto tiempo y no has querido ver.
La gente no cambia, se muestra tal y como es tarde o temprano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario