domingo, 2 de abril de 2017

Carta a la deriva

Hace unos días leí que leer puede ser una medida profiláctica y también curativa. Creo que se puede extrapolar a escribir.
Llevo tiempo intentando deshacerme de esta bola que se ha ido formando poco a poco pero cuando casi lo he conseguido vuelve a instalarse, así que, deberé poner por escrito aquello que me martillea constantemente e intentar pasar página de una vez.
Todo empezó cuando volví a dejar que volvieses a formar parte de mi día a día. Al principio me agradaba tener a alguien con quien compartir mis aficiones y desvaríos pero con el paso de los meses empecé a verte como una persona amiga de nuevo; daba importancia a los pequeños detalles y quería cada vez saber más de ti. El momento en el que me percaté de que tus contestaciones eran más secas y que incluso en algún punto, dejabas de contestarme, sentí miedo, miedo de que volviesen a pasar años sin volver a hablar contigo...Supongo que ahí fue cuando me di cuenta de que empezaba a sentir algo más que amistad.
En varias ocasiones tuve el impulso de confesar cómo me sentía pero decidí dejarlo correr e intentar avanzar, sin embargo, volviste como si nada y yo perdí la determinación. Creía que habría sido un estado de hipersensibilidad por mi parte (soy yo la que alberga sentimientos) y hasta hace poco así lo he pensado pero una tercera ocasión de distanciamiento me ha abierto la posibilidad de que quizá, nunca me has considerado ni tan siquiera una amiga y que tan sólo sea una persona que te cae bien y con la que de vez en cuando no está mal tener una charla. Y creo que aunque duela admitirlo, es la posibilidad más segura. Por eso, cada vez que me hablas, me da un vuelco al estómago y me siento fatal y desearía que no me hablases, porque, para ti puede que sea simplemente "contactar" con una vieja conocida pero para mí es tener que controlarme para no hablarte y preguntarte mil cosas a la vez, porque sé que en el momento que lo haga, volveré a no poder dejar de estar pendiente de ti...
Aunque jamás vayas a leer esta carta, de alguna forma, siento que te lo he dicho.



domingo, 1 de noviembre de 2015

Mi caballito

Aún no he asimilado todo lo que pasó en el intervalo de tres días. Yo salía de mi rutina diaria cuando recibí la llamada que haría girar 360º mi vida. <<Nani, le han diagnosticado un cáncer no operable sangrante, le quedan unas horas de vida>>. Mi primer pensamiento fue que me estaban gastando una broma, ¡Cómo iba una persona que no toma medicación ninguna a tener una enfermedad terminal de la noche a la mañana! Y después de eso, empecé a hiperventilar como una loca en un banco hasta que alguien se acercó a preguntarme qué pasaba y rompí a balbucear lo que estaba pasando.
Las 5 horas que pasé deseando llegar a tiempo para decirle que estaba ahí y que lo quería, se quedan para mí. Jamás pensé que la vida me pudiera arrebatar a alguien de repente, sin previo aviso. Y menos a él. 
Sin embargo, jamás me he sentido tan llena como el momento en que decidí colocarme junto a su cama y cuidarlo hasta que llegase el momento. Fueron horas en las que no sabías si deseabas que se fuera ya o se quedase un par de horas más junto a ti.Cuando vemos sufrir a la persona que amamos es tan grande nuestro amor que preferimos verlo partir a que se quede egoístamente unas horas más en nuestra vida. 
Nunca olvidaré esa primera noche a eso de las 5 de la madrugada en la que abrí mis ojos y vi a toda mi familia desparramada de cualquier manera en las camas y sillones junto a él, me recordó a las navidades en las que nos sentábamos en el suelo a abrir nuestros regalos todos juntos en el salón. O el momento en que decidimos comer algo en la cafetería y reíamos por el pasado. O al día siguiente en el tanatorio apegados unos a otros dándonos calor y cariño cuando no quedaba otra cosa más que el silencio. 
Espero que le llegase mi "Te quiero" y sintiese mis manos coger las suyas en el último momento porque estoy segura que la última vez que abrió los ojos nos vio a todos y pensó como siempre decía: "Qué orgullo estoy de todos vosotros". 
Donde quiera que estés, sabes que cuidaremos de ella. Y que seremos fuertes y reiremos con los chistes del "chico".


domingo, 25 de enero de 2015

El lector de corazones



Ésta es la historia de un hombre ni muy bajo ni muy alto que dedicaba gran parte de su tiempo a descifrar los entresijos del corazón. Tal era su dedicación, que escudriñaba hora tras hora los devenires de sus vecinos. Era un trabajo laborioso y precioso, sin sobresaltos; se parapetaba  detrás de su máquina dónde nadie podía verlo. O eso creía él. Sabía de qué color le gustaba a la señora Méndez los pañuelos: pastel. También cuántos terroncitos de azúcar se podía permitir don Ufano echar a su té: no más de uno, aunque en su fuero interno él deseaba dos. Conocía bien los anhelos y pesares que albergaban todos en su cuore pero nadie sabía los suyos...
El lector de corazones era un hombre, válgame la redundancia, bueno de corazón. Y por eso, quería saber todo acerca del músculo dador de vida. No quería quedarse sólo en lo que aprendía a través de su máquina, deseaba llegar más allá. Reuniendo todo el valor del que fue capaz empezó a estudiar para ser cardiólogo, aunque no un cardiólogo cualquiera: un cardiólogo lector de corazones.
Un insustancial domingo, estaba el  futuro cardiólogo lector de corazones paseando por el vecindario. Admirando la belleza del sonido de su propio corazón se topó con una cabecita erguida que lo miraba con interés. Le devolvió la mirada e intentó llevar a cabo el chequeo al que sometía a todo el mundo pero se dio cuenta de que su máquina no funcionaba. Con ella no. No lograba ver qué decía su corazón, tan solo lo escuchaba aletear como un colibrí.
-Hola- dijo la chica con una sonrisa sincera.
-Hola- contestó el futuro cardiólogo lector de corazones.
-¿Vive usted aquí?
-Sí...-respondió dubitativo. Aún no lograba descifrar qué quería esa desconcertante muchacha.
-¿Y le gusta?
-Mmm...-pensó en su respuesta un rato pero no dijo nada. Qué le importaba a aquella chica  si le gustaba el barrio o no. No era por ser descortés pero no veía la utilidad a que lo supiera.
-Vamos, dígamelo. No es tan difícil. Si usted me dice qué le parece el lugar yo a cambio le contaré alguno de mis sueños- ofreció con picardía. El futuro cardiólogo lector de corazones quedó sorprendido y cayó en la posible idea de que esa muchacha pudiera haberse dado cuenta de lo que intentaba hacer unos minutos antes.
-Sí, me gusta.
-Éso está mucho mejor. Y, ¿por qué? ¿A qué se dedica usted?
-No me dedico a nada.
- Eso es mentira. Vengo observándolo desde hace tiempo.
La chica paseó su mirada por el rostro del joven antes de decidirse a hablar pero éste le aventajó:
-Prometió contarme uno de sus sueños.
-Mi sueño es...-arrastró con una sonrisa infantil la muchacha-...Encontrar mi lugar.
El lector de corazones concentraba su fuerza y habilidades en desentrañar qué había detrás de esas palabras. Preguntaba y preguntaba pero no obtenía nada más que confusión  y desesperación por intentar leer qué habitaba en ese corazón diminuto y aleteante.
-Creo que es mi turno, caballero-exigió con amabilidad- ¿Qué quiere ser?
-Cardiólogo-soltó abruptamente sin notar que había dicho más de lo que hubiese deseado- Y usted es indescifrable. Vengo contestando a sus preguntas varias semanas seguidas.
- ¿Por eso quiere ser cardiólogo? ¡Para leer el corazón de los demás y que nadie lea el suyo!-así concluía sus pesquisas.
El futuro cardiólogo lector de corazones se puso en guardia y fue a dar media vuelta cuando notó la mano de ella sobre su brazo.
-No se vaya. Espere. Sea paciente. No puede esperar a que le desvele mis distintos compartimentos sin que usted haga lo propio con el suyo. Deje de esconderse con ese absurdo aparatejo y muéstrese. No le negaré la entrada al mío...
-¡Já! Que me lo creo yo. Nadie entra en el corazón de nadie sin ponerlo patas arriba.
-¿Y tan malo es eso?- preguntó interesada la perspicaz jovencita.
-Mucho. Si conocen tu corazón pueden hacer con él lo que quieran- concluyó satisfecho de su afirmación.
-Vaya...Y cuénteme, ¿acaso es eso lo que usted pretende estudiando los corazones de las gentes? Porque de ser así, deberían temer sus atenciones, ¿no cree?- argumentó educada pero agudamente.
Nuestro lector de corazones se vio sorprendido y contrariado por la insinuación más que directa de la intrusa a su zona de confort.
-¡Yo nunca haría eso! Los leo porque me gusta saber y en algún momento poder ayudar. No pretendo hacerles nada...Yo-yo... Sólo los observo- terminó con un hilo de voz.
-Míreme.- exigió ella-. No pretendía hacerlo enfadar. O tal vez sí -sonrió con naturalidad-. Yo también vengo estudiándolo desde hace tiempo y mis intenciones no son únicamente leerlo.
En ese momento él se dio cuenta de que empezaba a ver algo que no había visto en ella antes. Notaba interés y una pizca de alegría en su corazón. Y todo ello sin la máquina. Podría ser que...
-¿Está usted brindándome su amistad...? -preguntó nervioso.
-¡Claro que sí! Si deja usted de apuntarme con esa absurda baratija.
-Lo siento. La primera vez que nos encontramos y no pude analizarla me sentí incómodo. No estoy acostumbrado a partir con desventaja. Bueno, una vez lo hice...
-Todos partimos con desventaja al enfrentarnos a las personas. Con un poco de suerte, a veces. tenemos información de ellas pero eso no debería opacar nuestra genuina personalidad sociable para conocerlas. Y  con respecto a que una vez lo hizo...Se le nota -dijo un tanto triste.
-¿Se me nota?- interrogó alarmado.
-Sí, se le nota- respondió la chica entre risas-. Por su negativa a ser leído en primer lugar. Y en segundo lugar, por su descripción tan catastrófica de lo que le pasa al corazón cuando lo abre a alguien.
-Así que era eso...-e irrumpió en una sonora carcajada. Hacía siglos que no reía y ese ataque le estaba produciendo cosquillas en la barriga, por lo que se agarro las costillas y siguió riendo un largo rato. Al secarse las lágrimas de los ojos vislumbró a la muchacha dirigiéndole una sonrisa radiante. Carraspeó un tanto incómodo, ladeó la cabeza y soltó:
-Me preguntaba si me haría el honor de acompañarme...-inquirió.
-Acompañarle...-continuó ella azorada.
-¡Acompañarme a leer corazones!- exclamó con una gran sonrisa.
-¿Qué? ¿Está de broma, no?- preguntó confusa y percibió la sonrisa ladina de éste. Sí, estaba de broma y no pudo más que darle un pequeño golpe en el costado inofensivo.
-Quería decir que si tendría la bondad de acompañarme a leer mi corazón.
-¡Oh! ¡Yo acepto! Por supuesto- respondió tan rápidamente que se sonrojó hasta la raíz del pelo que llevaba en suaves ondas.
-De acuerdo. Pues pongámonos en marcha -bramó poniendo la pequeña mano de ella en su brazo-. Por cierto, no sé ni cómo te llamas...
Y de esta manera tan singular, se pusieron en camino. El uno, ni muy bajo ni muy alto relatando episodios pasados y enumerando los posibles futuros. La otra, riendo y haciendo comentarios oportunos.
Después de eso, nuestro protagonista dejó de vivir espiando los corazones ajenos sin abrir las puertas al suyo. Pues, se es mejor en la materia si uno mismo se presta a la práctica.




martes, 16 de diciembre de 2014

De esto que estás en fase Jane Austen...

Esta semana he caído en el influjo de las novelas de Jane Austen y en las películas de éstas. Llevaba tiempo echando de menos sentirme cómoda en un mundo que añoro y admiro como si fuese mío propio. En el camino he arrastrado a una muy buena amiga, de lo cual, me enorgullezco.
Adoro lo que un pequeño gesto puede significar, las cartas, las conversaciones inteligentes y agudas...Y sobre todo, la caballerosidad. Creo que he nacido en la época equivocada. Sí, soy de ese tipo de mujeres que piensa en un amor digamos que cortés, aunque el término no sería el exacto pues se sabe que éste es el típico del medievo. Anhelo ese cuidadoso esmero a la hora de cortejar o el respeto tan acusado con que se trataba a las personas. Seguramente existan  todavía hombres así aunque no he tenido el placer de conocerlos. Algunos tacharán este deseo de pura mojigatería; nada más lejano. Hay una pasión indescriptible y hermosa en la construcción escalón a escalón de la seducción. Y algo tan puro y noble como esperar a la persona adecuada no debería ser tildado jamás de frigidez.




lunes, 1 de diciembre de 2014

Agujero de gusano

Los agujeros de gusano nos llevan a dimensiones inexploradas donde existen seres con corazones grandes y egos pequeños.
 Así fue como lo conocí. E2 era de esas entidades que te removía la conciencia y veía lo bueno que había en cada célula de tu cuerpo; se paraba justo delante tuya, inclinaba la cabeza y miraba dentro de la vorágine de sensaciones, colores y pensamientos de tu mente. Dentro de la mía encontró tranquilidad, azul y el continuo "Sé quien soy" de mi cerebro. Me sentí reconocida, hermosa y enganchada a su inspección exhaustiva pero no dolorosa ni burlona. Había estado perdida lustros en mi microcosmos interior sin darme cuenta de que yo estaba ahí, en esa isla de tranquilidad. Azul y sabiendo exactamente quién era y qué quería; a mí misma. No recordaba cómo había olvidado amarme y comprenderme. E2 me mostró las partes diáfanas de mi ser pero también las oscuras. Lloré. Lloré hasta reír y volví a llorar para volver a reír abrazada a mi mente. Mis labios permanecían en una suave semiluna; mi mirada hablaba por sí sola. Mi desnudez no me avergonzaba, al contrario, me enorgullecía. Pensamientos y sensaciones que fueron trazando un camino desde mi isla azul y tranquila hasta la siguiente dimensión.
E2 y yo comenzamos una expedición de exploración interdimensional. En ella, él contactaba con otras psiques confundidas como la mía. Mientras, yo avanzaba en la construcción de puentes y conexiones entre las distintas ciudades de mi microcosmos. Hasta que llegamos (no diré la última, pues hay miles de dimensiones) a la dimensión definitiva. Allí se separaban nuestros caminos. E2 se paró por última vez justo delante de mis ojos y asomó su cálida curiosidad a mi isla. Lo que vio le gustó. Lo supe por su risa al recorrer mis puentes en pos de la brisa marina que azotaba la madera. O por su honda respiración al llegar al valle de mi imaginación. Por su llanto al subir a la montaña de mi desesperación o su silbido en la garganta de mi pasión. Esta vez fui yo quien cortó el lazo.

Siempre debemos dejarnos un trocito de isla sin explorar para nuestro propio disfrute.


lunes, 24 de noviembre de 2014

Una mirada

Se posó en mi ventana como un gorrión,
miró y escapó.
Tan solo una azabache mirada dejó,
suficiente para mi interior
rozar con un cordón.
Sólo dos pares de ojos
en una misma habitación,
sabedores de un mismo rincón
en el horizonte del NO.

domingo, 3 de agosto de 2014

De morder va la cosa...

A la gente le gusta dar lecciones. Sí, lecciones. Pecan de soberbia intentando enseñar a otros cuan equivocados están en sus acciones y no se dan cuenta de que critican lo mismo que ellos hacen. Hipocresía lo llamo yo. Pero no los culpo, pues no saben de qué otra manera llamar tu atención. Las personas somos simples y nos gusta morder la mano de quien nos da de comer, o al menos, nos hace sentir realizados con nosotros mismos. Me incluyo, ya que, yo misma seguro alguna vez he herido a alguien aun sabiendo que no llevaba razón, pero el vano placer de saber que la otra persona también está sintiendo lo que tú o una mínima parte, te da consuelo. Ruin, ¿verdad? Pero hay personas que lo practican siempre que pueden; autodestrucción lo llamo yo. Hacer sentir mal a las personas que te importan sólo es el inicio de un largo camino de destrucción de ti mismo. El problema es cuando hay más de una persona en tu vida en ese camino de autodestrucción, ¿qué hacer? Lo más sencillo sería salir huyendo y dejarla tirada pero...¿No te haría un individuo igual de deleznable? Las personas no somos abnegadas de por vida, no tenemos ese altruismo genuino por siempre. Tampoco quienes atacan lo hacen sin una motivación; la desconfianza es una mala amante.