Se supone que lo maravilloso de este cochino lugar es avanzar y
cambiar...pero yo no quiero que pasen los años, no por mis cambios
físicos sino por las pérdidas emocionales...No soporto ir
desprendiéndome de los trazos de mi vida para ir tramando otros. Si
existiera Peter Pan le pediría el camino a Nunca Jamás...pero eso
significaría no conocer la sensación de mi primer trabajo, el primer
desamor, la primera cana, el primer mes de números rojos...Sensaciones y
circunstancias que te hacen volver a entender el por qué es tan
importante disfrutar del momento y guardarlo como algo único e
irrepetible, cosa que siendo siempre igual de joven jamás ocurriría...
Yo un día consideré hacerle la eutanasia a un pez moribundo metiéndolo en un congelador. Desde entonces soy conocida como la Matapeces. Ya sabéis lo que dicen del pobre que mató un gato, por un gato fue nombrado Matagatos. Éste es mi primer blog. En él puede que escriba sucesos reales, inventados, soñados o ¡¿Quién sabe?! Quizás nunca maté un pez.
sábado, 23 de marzo de 2013
miércoles, 20 de marzo de 2013
El amor y sus necesidades
Cuentan los tiempos antiguos que aquí no había nada.
Nada de nada. Es decir, imagina que estás en un claro del bosque, con sus
árboles alrededor cercando este remanso despejado y lleno de luz. Los pájaros
trinan algorítmicamente y las florecillas silvestres se agitan en vaivén.
Pues bien, ahora imagina que arrancamos todas las
flores, los árboles, la tierra desaparece dejando desnuda la piedra, los
pájaros dejan de trinar y la luz se extingue… ¿consigues ahora imaginar cómo
era? ¿Sí? Es hora de comenzar a poblar este sitio.
Lo primero de todo es la luz, ¿de dónde viene la
luz? ¿De la tierra? ¿Del aire? ¿Del cielo? NO. De ninguna de esas instancias.
¿De dónde pues? Del Amor ¿del amor? Sí, del amor. Esto era un sitio frío,
inhóspito hasta que ha llegado el amor hecho luz.
Pero en un lugar con sólo luz no es suficiente…hay
que cimentarlo sobre unos pilares estables. Llega la tierra, traída de muchos
distintos lugares por el viento. Pero… ¡pero se resquebraja! Es ahora cuando la
constancia regala las piedras inertes sí, pero fuertes y estables que sostienen
la tierra sobre la que irradia la luz.
El tiempo se deja ver y riega con las semillas del
futuro, las flores silvestres. Donde hay futuro debe haber presente, y no son otros que los pajarillos risueños que
picotean el suelo en busca de sustento y topan con las semillas del futuro… ¡No
pueden comérselas! ¿Qué será del futuro si no existen las flores? ¿Y qué será
del presente si estos pájaros no sobreviven? Fácil solución. Emanan de los
pilares de este mundo árboles frondosos repletos de frutos que alimentan a
nuestros ecos del presente y protegen el motor del futuro.
Parece todo tranquilo y sereno, un remanso de paz,
los pájaros parlotean alegremente, comen, y sus deposiciones crean más semillas
que pueblan la tierra. Pero éstas… ¡no crecen! ¿Qué les ocurre? Si tienen
tierra, luz, piedras y los pájaros no las molestan, ¿qué les falta? Les falta
la esperanza de un mañana que no es otra que el agua nacida del cielo que
recorre los surcos de la vetusta piedra, la salta, penetra en la tierra y se
hace dueña del corazón de las semillas haciéndolas brotar.
Ahora crecerán bajo la luz, bailarán con el gorgoreo
de las aves, dormirán con el arrullo del agua y morirán sabiendo que si existió
un fue y un es, por qué no un será. Puede que aquí o puede que allá, pero
siempre tendrá lugar un puede ser.
lunes, 18 de marzo de 2013
A la luz de la luna
La luna rielaba sobre las aguas al compás de sus pausados y rítmicos movimientos,
mientras las hadas jugaban con sus ropas. Sus verdes cabellos los
cubrían…cubrían a los pétalos.
Aquella pequeña florecilla estaba siendo testigo del
más hermoso encuentro. Sólo los habitantes del bosque, junto a la luna sabían
de la unicidad del momento.
Los rayos lunares bañaban a intervalos los cuerpos
desnudos y sudorosos, haciéndoles parecer ángeles de luz. Ella derramaba
lágrimas de amor, de un amor escurridizo y efímero como la luz de luna. Maldita
la hora de su nacimiento, maldita la profecía que anunció su rara condición:
Amar sólo a la luz de la luna. Él la acariciaba confuso, sin saber bien el por
qué de tanto amor, en una sola noche, en una sola cita no prevista bajo la
mirada del astro nocturno.
La luz del alba comenzaba a despuntar por el
horizonte a la par que menguaba el amor de ella. Sus besos se iban haciendo
cada vez menos ardientes hasta ser la sombra de los primeros. El quedó por unos
instantes cegado por la luz del Sol, suficientes para arrebatarle el nombre de
su…amante.
Entre las habladurías de los campesinos oyó decir:
-Tenía las mejillas arreboladas y el reflejo del
fantasma de la pasión en sus ojos…¿Creéis que por fin halló el amor? Lástima
que sólo pueda reconocer el amor en su corazón bajo la luz de la luna llena…
Retrocedió hasta quedar oculto en las sombras, de
las que no volvería a salir hasta estar en su plenitud Selene, cuando podría
otra vez fundirse en la luz de…ella, su amante fugaz, su cometa
sin frenos, su dueña sin llave…la hija de la luna.
Maldita metáfora
Cae la noche en la ciudad. Todo duerme, nada se mueve. La débil luz de una farola se enciende y apaga de forma intermitente. Un gato cruza la calle tras una rata gris y gorda. Apenas sopla el viento pero los cristales de una vieja fábrica crujen espasmódicamente. Los deslustrados carteles de "Prohibido el paso" o "Zona de paso restringido" parecen hacerle un guiño a la temeridad. Das un paso, dos, tres y atraviesas las desvencijadas y rotas vallas de seguridad. Cruzas con paso decidido pero suave el patio de asfalto barato y resquebrajado. Te encuentras ante una puerta grande y azul grisáceo que preside el edificio de ladrillo color mostaza. El candado está roto y las cadenas cuelgan desmadejadas a punto de rozar el suelo. Sólo un empujón a la puerta y estás dentro. No ves nada, tan solo la más densa oscuridad que parece tragarse cualquier atisbo de la luz de la farola. Escuchas con atención cualquier posible ruido pero no oyes nada, excepto silencio. Tu mente parece vislumbrar una sombra y pones los pies en su busca. Tropiezas con lo que parece una mesa y alcanzas a tientas un mechero. Enciendes la chispa y sacas un papel de tu bolsillo y le prendes fuego. Se ilumina lo que creías una mesa...De madera oscura y con letras grana te encuentras ante la fría certeza de hallarte frente a tu ataúd. En ese momento giras noventa grados ante la cadente melodía del silbido que se cierne sobre la estancia. Te das cuenta de que el papel se consume y la llama con él...Como tu vida. Maldita metáfora.
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