domingo, 1 de noviembre de 2015

Mi caballito

Aún no he asimilado todo lo que pasó en el intervalo de tres días. Yo salía de mi rutina diaria cuando recibí la llamada que haría girar 360º mi vida. <<Nani, le han diagnosticado un cáncer no operable sangrante, le quedan unas horas de vida>>. Mi primer pensamiento fue que me estaban gastando una broma, ¡Cómo iba una persona que no toma medicación ninguna a tener una enfermedad terminal de la noche a la mañana! Y después de eso, empecé a hiperventilar como una loca en un banco hasta que alguien se acercó a preguntarme qué pasaba y rompí a balbucear lo que estaba pasando.
Las 5 horas que pasé deseando llegar a tiempo para decirle que estaba ahí y que lo quería, se quedan para mí. Jamás pensé que la vida me pudiera arrebatar a alguien de repente, sin previo aviso. Y menos a él. 
Sin embargo, jamás me he sentido tan llena como el momento en que decidí colocarme junto a su cama y cuidarlo hasta que llegase el momento. Fueron horas en las que no sabías si deseabas que se fuera ya o se quedase un par de horas más junto a ti.Cuando vemos sufrir a la persona que amamos es tan grande nuestro amor que preferimos verlo partir a que se quede egoístamente unas horas más en nuestra vida. 
Nunca olvidaré esa primera noche a eso de las 5 de la madrugada en la que abrí mis ojos y vi a toda mi familia desparramada de cualquier manera en las camas y sillones junto a él, me recordó a las navidades en las que nos sentábamos en el suelo a abrir nuestros regalos todos juntos en el salón. O el momento en que decidimos comer algo en la cafetería y reíamos por el pasado. O al día siguiente en el tanatorio apegados unos a otros dándonos calor y cariño cuando no quedaba otra cosa más que el silencio. 
Espero que le llegase mi "Te quiero" y sintiese mis manos coger las suyas en el último momento porque estoy segura que la última vez que abrió los ojos nos vio a todos y pensó como siempre decía: "Qué orgullo estoy de todos vosotros". 
Donde quiera que estés, sabes que cuidaremos de ella. Y que seremos fuertes y reiremos con los chistes del "chico".


domingo, 25 de enero de 2015

El lector de corazones



Ésta es la historia de un hombre ni muy bajo ni muy alto que dedicaba gran parte de su tiempo a descifrar los entresijos del corazón. Tal era su dedicación, que escudriñaba hora tras hora los devenires de sus vecinos. Era un trabajo laborioso y precioso, sin sobresaltos; se parapetaba  detrás de su máquina dónde nadie podía verlo. O eso creía él. Sabía de qué color le gustaba a la señora Méndez los pañuelos: pastel. También cuántos terroncitos de azúcar se podía permitir don Ufano echar a su té: no más de uno, aunque en su fuero interno él deseaba dos. Conocía bien los anhelos y pesares que albergaban todos en su cuore pero nadie sabía los suyos...
El lector de corazones era un hombre, válgame la redundancia, bueno de corazón. Y por eso, quería saber todo acerca del músculo dador de vida. No quería quedarse sólo en lo que aprendía a través de su máquina, deseaba llegar más allá. Reuniendo todo el valor del que fue capaz empezó a estudiar para ser cardiólogo, aunque no un cardiólogo cualquiera: un cardiólogo lector de corazones.
Un insustancial domingo, estaba el  futuro cardiólogo lector de corazones paseando por el vecindario. Admirando la belleza del sonido de su propio corazón se topó con una cabecita erguida que lo miraba con interés. Le devolvió la mirada e intentó llevar a cabo el chequeo al que sometía a todo el mundo pero se dio cuenta de que su máquina no funcionaba. Con ella no. No lograba ver qué decía su corazón, tan solo lo escuchaba aletear como un colibrí.
-Hola- dijo la chica con una sonrisa sincera.
-Hola- contestó el futuro cardiólogo lector de corazones.
-¿Vive usted aquí?
-Sí...-respondió dubitativo. Aún no lograba descifrar qué quería esa desconcertante muchacha.
-¿Y le gusta?
-Mmm...-pensó en su respuesta un rato pero no dijo nada. Qué le importaba a aquella chica  si le gustaba el barrio o no. No era por ser descortés pero no veía la utilidad a que lo supiera.
-Vamos, dígamelo. No es tan difícil. Si usted me dice qué le parece el lugar yo a cambio le contaré alguno de mis sueños- ofreció con picardía. El futuro cardiólogo lector de corazones quedó sorprendido y cayó en la posible idea de que esa muchacha pudiera haberse dado cuenta de lo que intentaba hacer unos minutos antes.
-Sí, me gusta.
-Éso está mucho mejor. Y, ¿por qué? ¿A qué se dedica usted?
-No me dedico a nada.
- Eso es mentira. Vengo observándolo desde hace tiempo.
La chica paseó su mirada por el rostro del joven antes de decidirse a hablar pero éste le aventajó:
-Prometió contarme uno de sus sueños.
-Mi sueño es...-arrastró con una sonrisa infantil la muchacha-...Encontrar mi lugar.
El lector de corazones concentraba su fuerza y habilidades en desentrañar qué había detrás de esas palabras. Preguntaba y preguntaba pero no obtenía nada más que confusión  y desesperación por intentar leer qué habitaba en ese corazón diminuto y aleteante.
-Creo que es mi turno, caballero-exigió con amabilidad- ¿Qué quiere ser?
-Cardiólogo-soltó abruptamente sin notar que había dicho más de lo que hubiese deseado- Y usted es indescifrable. Vengo contestando a sus preguntas varias semanas seguidas.
- ¿Por eso quiere ser cardiólogo? ¡Para leer el corazón de los demás y que nadie lea el suyo!-así concluía sus pesquisas.
El futuro cardiólogo lector de corazones se puso en guardia y fue a dar media vuelta cuando notó la mano de ella sobre su brazo.
-No se vaya. Espere. Sea paciente. No puede esperar a que le desvele mis distintos compartimentos sin que usted haga lo propio con el suyo. Deje de esconderse con ese absurdo aparatejo y muéstrese. No le negaré la entrada al mío...
-¡Já! Que me lo creo yo. Nadie entra en el corazón de nadie sin ponerlo patas arriba.
-¿Y tan malo es eso?- preguntó interesada la perspicaz jovencita.
-Mucho. Si conocen tu corazón pueden hacer con él lo que quieran- concluyó satisfecho de su afirmación.
-Vaya...Y cuénteme, ¿acaso es eso lo que usted pretende estudiando los corazones de las gentes? Porque de ser así, deberían temer sus atenciones, ¿no cree?- argumentó educada pero agudamente.
Nuestro lector de corazones se vio sorprendido y contrariado por la insinuación más que directa de la intrusa a su zona de confort.
-¡Yo nunca haría eso! Los leo porque me gusta saber y en algún momento poder ayudar. No pretendo hacerles nada...Yo-yo... Sólo los observo- terminó con un hilo de voz.
-Míreme.- exigió ella-. No pretendía hacerlo enfadar. O tal vez sí -sonrió con naturalidad-. Yo también vengo estudiándolo desde hace tiempo y mis intenciones no son únicamente leerlo.
En ese momento él se dio cuenta de que empezaba a ver algo que no había visto en ella antes. Notaba interés y una pizca de alegría en su corazón. Y todo ello sin la máquina. Podría ser que...
-¿Está usted brindándome su amistad...? -preguntó nervioso.
-¡Claro que sí! Si deja usted de apuntarme con esa absurda baratija.
-Lo siento. La primera vez que nos encontramos y no pude analizarla me sentí incómodo. No estoy acostumbrado a partir con desventaja. Bueno, una vez lo hice...
-Todos partimos con desventaja al enfrentarnos a las personas. Con un poco de suerte, a veces. tenemos información de ellas pero eso no debería opacar nuestra genuina personalidad sociable para conocerlas. Y  con respecto a que una vez lo hizo...Se le nota -dijo un tanto triste.
-¿Se me nota?- interrogó alarmado.
-Sí, se le nota- respondió la chica entre risas-. Por su negativa a ser leído en primer lugar. Y en segundo lugar, por su descripción tan catastrófica de lo que le pasa al corazón cuando lo abre a alguien.
-Así que era eso...-e irrumpió en una sonora carcajada. Hacía siglos que no reía y ese ataque le estaba produciendo cosquillas en la barriga, por lo que se agarro las costillas y siguió riendo un largo rato. Al secarse las lágrimas de los ojos vislumbró a la muchacha dirigiéndole una sonrisa radiante. Carraspeó un tanto incómodo, ladeó la cabeza y soltó:
-Me preguntaba si me haría el honor de acompañarme...-inquirió.
-Acompañarle...-continuó ella azorada.
-¡Acompañarme a leer corazones!- exclamó con una gran sonrisa.
-¿Qué? ¿Está de broma, no?- preguntó confusa y percibió la sonrisa ladina de éste. Sí, estaba de broma y no pudo más que darle un pequeño golpe en el costado inofensivo.
-Quería decir que si tendría la bondad de acompañarme a leer mi corazón.
-¡Oh! ¡Yo acepto! Por supuesto- respondió tan rápidamente que se sonrojó hasta la raíz del pelo que llevaba en suaves ondas.
-De acuerdo. Pues pongámonos en marcha -bramó poniendo la pequeña mano de ella en su brazo-. Por cierto, no sé ni cómo te llamas...
Y de esta manera tan singular, se pusieron en camino. El uno, ni muy bajo ni muy alto relatando episodios pasados y enumerando los posibles futuros. La otra, riendo y haciendo comentarios oportunos.
Después de eso, nuestro protagonista dejó de vivir espiando los corazones ajenos sin abrir las puertas al suyo. Pues, se es mejor en la materia si uno mismo se presta a la práctica.