lunes, 18 de marzo de 2013

Maldita metáfora

Cae la noche en la ciudad. Todo duerme, nada se mueve. La débil luz de una farola se enciende y apaga de forma intermitente. Un gato cruza la calle tras una rata gris y gorda. Apenas sopla el viento pero los cristales de una vieja fábrica crujen espasmódicamente. Los deslustrados carteles de "Prohibido el paso" o "Zona de paso restringido" parecen hacerle un guiño a la temeridad. Das un paso, dos, tres y atraviesas las desvencijadas y rotas vallas de seguridad. Cruzas con paso decidido pero suave el patio de asfalto barato y resquebrajado. Te encuentras ante una puerta grande y azul grisáceo que preside el edificio de ladrillo color mostaza. El candado está roto y las cadenas cuelgan desmadejadas a punto de rozar el suelo. Sólo un empujón a la puerta y estás dentro. No ves nada, tan solo la más densa oscuridad que parece tragarse cualquier atisbo de la luz de la farola. Escuchas con atención cualquier posible ruido pero no oyes nada, excepto silencio. Tu mente parece vislumbrar una sombra y pones los pies en su busca. Tropiezas con lo que parece una mesa y alcanzas a tientas un mechero. Enciendes la chispa y sacas un papel de tu bolsillo y le prendes fuego. Se ilumina lo que creías una mesa...De madera oscura y con letras grana te encuentras ante  la fría certeza de hallarte frente a tu ataúd. En ese momento giras noventa grados ante la cadente melodía del silbido que se cierne sobre la estancia. Te das cuenta de que el papel se consume y la llama con él...Como tu vida. Maldita metáfora.

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